miércoles, 6 de diciembre de 2017

¿Inspiración? ¿Sabes lo qué es eso?

¡Muy buenas! Bienvenidos al blog del día de hoy. He estado tratando de reunir ideas para la próxima entrada, y hoy por fin, he decidido sobre qué escribir. Es un tema bastante sencillo que seguramente han escuchado hablar (¡¿quién no?!), pero también me gustaría dar mi opinión sobre esto. Y quizás agregar algunos tips que de seguro les será de ayuda en cualquier momento de sus vidas. En fin, seguramente ya leyeron el título de esta entrada, pero me gusta aclarar las cosas más de dos veces así que hoy hablaremos sobre la inspiración en la dura vida de nosotros los escritores. ¡Comencemos!



Seamos honestos, cuando nos hacen la pregunta de "¿qué haces cuando no consigues inspiración?", porque seguramente alguien ya te ha hecho esa pregunta aunque sea una vez, hay algo que siempre pasa por nuestra mente y es, sobre qué puede tratarse la inspiración... ¿La tenemos o no la tenemos? Puedo asegurar que las primeras reacciones que alguien tiene cuando le hacen esta pregunta es confusión, y luego naturalmente trata de buscar la respuesta a una pregunta que sinceramente, no la tiene. Porque primero que todo, no existe tal cosa como una persona sin inspiración. Es lo que es. Si alguien alguna vez te hiciera esta pregunta, estaría totalmente mal formulada. Porque cuando no obtienes nada de ideas para empezar a escribir el nuevo capítulo de tu historia o algún viejo manuscrito en tus borradores, obviamente lo que haces es hacer nada, y aclaro, ¡eso no significa no tener inspiración! No tener las ideas correctas para conseguir escribir un párrafo que te guste no significa no tener inspiración. No tener ideas es simplemente no tener nada. Las ideas nos llevan a escribir, y escribir de manera constante nos lleva a la inspiración, y si no tienes lo inicial, ¿qué es lo que tienes entonces? Puesto que no tienes nada, lo que haces es dejar todo abandonado. O como algunos creen y hacen, abandonar y mendigar a que esta supuesta inspiración llegue a ti, quizás, como forma de esperanza algún día.

Ese es el porque llego a la conclusión de que la pregunta está completamente mal formulada. No puedes conseguir la inspiración, esta llega a ti, así como por arte de magia, y simplemente no hay forma de que puedas retenerla y no dejar que se escape de vez en cuando. Creo firmemente que cuando esto nos ocurre, es la oportunidad perfecta para tomarnos un descanso, y si es que lo único que has hecho desde hace días ha sido escribir y aún así no hay nada, la mejor forma para dejar que esa inspiración vuelva a ti es dejar ir la mente, descansar un poco y luego volver al trabajo.

La inspiración no es algo que uno consigue a la vuelta de la esquina, y honestamente, no es algo que nos haga falta cuando tenemos las ideas correctas. Esta es solo una herramienta más que puede o no ayudarnos a concluir esa historia que tanto queremos terminar.

Y si nos vamos a otro tema relacionado, estoy segura de que muchos otros pueden confundir esta inspiración con el temible bloqueo mental al que todo escritor le tiene terror. ¡Y no pueden estar más lejos de parecerse! Un bloqueo es un bloqueo, y como ya lo he aclarado arriba, la inspiración es algo que se va y viene. ¿Saben lo que cuesta salir de un bloqueo? ¡Puede durar incluso semanas! Es por eso que siquiera pensar en comparar nuestra inspiración con un oscuro bloqueo de escritor, es sumamente ridículo. Y honestamente, yo prefiero terminar sin inspiración que caer en un bloqueo que no me va a dar aunque sea una idea para empezar a escribir la primera oración de mi historia que inicialmente pensé que iba a tener cuatro mil palabras, pero que debido a mi bloqueo, tendrá solo mil. ¿Se dan cuenta de lo triste que es eso?

No necesitamos de un montón de inspiración para hacer que nuestra idea sea una maravilla para los lectores. Si tu idea principal ya de por sí es genial, no necesitas nada más que comenzar con los preparativos de tu historia y reunir las palabras correctas para un inicio épico. La inspiración ya vendrá por sí sola luego. Incluso si lo hace mientras corriges la historia ya terminada, puedes empezar a escribir una vez más y hacer que esta vez el resultado sea mucho más que genial.

La inspiración no tiene que ser un obstáculo cuando todo lo que quieres hacer es escribir una gran historia.

MIS TIPS PARA ATRAER LA INSPIRACIÓN.

1. Puedes leer cualquier cosa que se antoje. Pero si el libro que quieres leer tiene algo relacionado con la idea que tienes en mente, muchísimo mejor. Por ejemplo, si la historia que quieres comenzar a escribir contiene algo de ficción, puedes comenzar leyendo libros literarios de este genero que te ayuden a generar más ideas. ¡Las nuevas ideas siempre serán bienvenidas!

 2.  Ponte a escribir. Puede ser algo que no contenga ritmo, o simplemente alguna otra idea que tuviste en su momento en tu mente pero que nunca lograste imprimir con palabras. Si escribes, comienzas a llamar la inspiración. Naturalmente las primeras palabras que un escritor deja salir por primera vez después de una semana o incluso después de dos días sin escribir, tienden a ser muy flojas, y lo que necesitas es volver a la rutina y escribir algo rápido para dejar salir esas palabras que pueden bloquearnos más adelante. Alguien puede darse cuenta cuando escribe con inspiración porque las palabras comienzan a salir de forma más natural y relajada, casi sin pensar; las horas pasan y cuando te das cuenta, ya tienes todo un capítulo listo.

 3. No se frustren cuando no consiguen el resultado que desean al finalizar una historia. Si no es lo que quieren, simplemente pueden corregir o comenzar a escribir nuevamente hasta llegar al resultado adecuado. Recuerden que un escritor siempre debe escribir para su propio placer. Y que sin duda, un escritor no es nada si no tiene ideas, la inspiración no lo es todo.

Pueden existir miles de tips para atraer la inspiración, pero no estás seguro de que estos funcionan hasta que puedas probarlas por ti mismo y decir: "sí, definitivamente me ha funcionado". Es por eso que los animo a que sigan estos tips y que no se decepcionen o pierdan el entusiasmo cuando no tengan ese picor en los dedos por escribir algo con rapidez. Si tienes tu idea en mente, no veo porqué sería un problema conseguir un poco de inspiración para esa idea que quieres dejar salir, puede ser duro al principio pero todo se logra con un poco de esfuerzo al final. No te sobreesfuerces, y trata de descansar la mente de vez en cuando para evitar un agotamiento o algún bloqueo. Tomense las cosas con calma, y recuerden, solo necesitan escribir y luego toda la inspiración vendrá a ti.

sábado, 11 de noviembre de 2017

4 consejos que te ayudaran a ampliar tu vocabulario



Para un escritor, las palabras siempre serán nuestras principales ayudantes. Las palabras y nuestro conocimiento en ellas, son las que nos llevan a nadar más profundo a lo que es éste mar repleto de retos y conocimientos. Las palabras, sin más, siempre serán nuestra principal herramienta. Y es tan importante como lo son las herramientas de trabajo para un carpintero o electricista. Es por ello que hoy les traigo estos cuatro consejos que seguro les ayudará muchísimo para mejorar una gran parte de su vocabulario en este largo camino de la escritura. ¡No se lo pierdan!



1. LEE, MUCHO 

Estoy segura de que muchas otras veces se habrán topado con este consejo antes, y aquí les digo, si lo han hecho, seguramente habrá sido por algo. Leer probablemente es el mejor que consejo que encontrarán jamás, siempre y cuando recurramos a libros con una vocabulario cargado. Libros antiguos que contengan palabras ignotas nos ayudarán muchísimo. Estoy segura de que con muchas de las lecturas juveniles que nos encontramos ahora, rara vez nos topamos con alguna palabra que no habremos escuchado. Es por eso que lo mejor es recurrir a libros cargados de un alto vocabulario. Por ejemplo, si lees un libro de crímenes, vas a conocer las expresiones o la manera en la que se recrea un crimen desde dentro o intramuros, por así decirlo, con palabras que quizás no hayas escuchado jamás.



 2.  ANOTA CADA PALABRA DESCONOCIDA 
CON LA QUE TE VAYAS TOPANDO

Esto es algo a lo que he recurrido últimamente. Es una buena forma de tener a mano cada palabra o sinónimo nuevo que encuentras mientras lees. No hace falta que tengas un cuadernillo a la mano para esto, incluso si solo anotas cada palabra en las notas de tu teléfono sin ninguna definición, siempre tendrás nuevas palabras para recurrir mientras escribes o editas tu historia. Solo tienes que echarle un vistazo a tus notas y mirar las palabras que hayas anotado en el camino. Y ya que no nos vasta con buscar la definición de estas palabras una sola vez cuando nos las topemos, la mejor forma para saber si te has memorizado algunas de tus nuevas palabras es anotándolas y luego mirar a través de tus notas cada vez para saber si tu vocabulario está haciéndose más grande o no. Es un consejo práctico que sin duda deberían comenzar a tomar.



 3. APLICACIONES

Hoy en día estamos en la plena era de la tecnología, y la mejor forma de hacer provecho de ella es esta. Estoy segura de que no pueden imaginarse las tantas aplicaciones que existen para ayudar a tu gramática y ortografía día a día, tantos ejercicios y divertidos retos para ello que sería una lástima no aprovecharlos. Yo les recomendaré estas dos aplicaciones que en lo personal me han agradado, y cada vez que puedo pongo a prueba mis conocimientos en la escritura gracias a ellas:

Palabra Correcta — Aplicación divertidísima para saber cuánto conoces de ortografía, gramática, sinónimos y antónimos.

Palabra del día — Aplicación en modo de diccionario. La mayoría de las palabras en las listas de esta aplicación son súper desconocidas, y sus definiciones y ejemplos son bastantes completas.

Estas aplicaciones podrían ser lo esencial siempre que se trata sobre alimentar nuestro vocabulario. Descarga de estas Apps y pon a límite tu conocimiento de todos los días.



 4.  OBLÍGATE A APRENDER AL MENOS
 DOS PALABRAS NUEVAS POR DÍA

Puede sonar duro para aquellas personas que están empezando, pero créanme que cuando marcan una rutina en su día a día, no se les hará nada difícil esta tarea. Cuando te acostumbras a leer muchas palabras por día, ten por seguro de que te encontrarás con más de dos palabras nuevas cada vez. Por eso no lo veo como un reto complejo, siempre habrán más nuevas palabras que conocer. No hace falta que estés con un diccionario a la pata y desesperado por buscar nuevas palabras, con las tantas aplicaciones que existen hoy día (y con las que he recomendado allí arriba), siempre será bueno echarles un vistazo y hacer conteo cada día de todas las palabras y nuevos datos que hayas aprendido a agregar a tu vocabulario.

Les ánimo a seguir estos consejos y a no darse por vencidos jamás cuando se trata de aprender. Y por favor, sean pacientes a la hora de esperar resultados, pasará tiempo hasta que puedan sentir que todas estas nuevas palabras saldrán de manera fluida a través de ustedes, casi por sí solas. Y mientras esperan, pueden aprender algo nuevo cada día. Nos leemos pronto.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Tomar consejos... O morir en el intento


Muchas veces he leído que la mejor forma para mejorar, es agarrar consejos de la gente a tu alrededor y absolverlos de manera que te quede de experiencia. Y yo digo que está bien. Por supuesto que sí. ¿Pero es lo correcto?

Los consejos nos ayudan muchísimo, eso es cierto, y yo lo admito muy honestamente, pero a mí de nada me sirve leer consejos si al final decido no tomarlos porque a) no me interesan, o b) prefiero seguir llevando mi escritura por mis propias creencias y/o métodos que bien podrían no estar tan bien acertadas (sé que siempre que creemos saber algo no podemos estar más lejos de esa ficción la mayoría de la veces). Porque eso es lo que ocurre con nosotros los seres humanos, siempre creeremos que lo sabremos todo, no importará la circunstancia.

Si bien todo el mundo quizás pueda tener la facilidad, o incluso el ingenuo, para decirle un par de consejos a alguien, la mejor forma de tomar estos es ponerlos en práctica cuanto mejor podamos. Si alguien te dice que leer 20.000 palabras al día ayuda al vocabulario y a tu buena escritura, y piensas que ese es un increíble consejo, y que sin duda quieres ponerlo en práctica (porque tu meta siempre será el mejorar). Honestamente, no tienes porqué dudar y hacerlo de un tirón.

Soy una fiel creyente de que siempre se tratará sobre lo que tú quieras que sea. No te dejes llevar por las opiniones de otras personas. En mi experiencia, no es algo que deberías hacer, jamás. Pero si tú quieres mejorar, la mejor forma para hacerlo es recibir consejos de gente con mayor experiencia que tú en el mismo ámbito en el que estás interesado. Y hablo de buenos consejos, que claramente puedan ayudarte a mejorar.

Entonces, ¿no me estaré contradiciendo al decir que deben hacer lo que ustedes quieran primero sin importar nada de nada? Tal vez... Pero también, ser cabezota y no tomar consejos que sé que tardíamente me servirán algún día, no funciona para mí ni lo hará nunca. Los consejos pueden servirte solo si tú estás interesado en ello; si no lo estás, claramente solo te parecerán un montón de palabras insulsas y aburridas. Sin ningún sentido.

De cualquier forma, este es al punto al que quería llegar desde un principio. Todos podremos recibir consejos de alguien en algún momento de nuestras vidas, y aquí ya me refiero a cualquier ámbito de la vida fuera de lo literario, pero al final del día, tú eres quién decide tomarlos y hacer de estos algo productivo que pueda ayudarte para el futuro y tu propia experiencia. En mi amable opinión, no creo que sea correcto que las personas huyan ante la leve mención de la palabra «consejos» como si fuese algún tipo de repelente humano. Sé que puede ser aterrador darnos cuenta de las cosas que estamos haciendo mal en algún punto de nuestras vidas (me ha pasado más veces de las que me gustaría admitir...), pero si no tomamos conciencia y comenzamos a aprender de estos errores en el camino, ¿cómo se supone que mejoraremos? No lo haremos, y estaremos estancados. Y yo no creo que eso sea lo que queramos en nuestra categoría.

No pretendo confundirlos de sus propias creencias; al fin y al cabo, todo el mundo cree en lo que quiere creer y hace lo que le gusta (debería de ser así siempre). Por favor, no se sientan obligados a hacer algo que no les guste. Es tan probable como que a mí me funcione tomar consejos y aprender de ello, que a ustedes no, y hacen que frustrarse esté bien por no lograr nada. Existen muchos otros métodos para mejorar. Muchísimos en realidad, y tú puedes probar cualquiera de ellos cuando creas que sea necesario.

Entonces, si nos volvemos a repetir la pregunta de «¿tomar consejos está bien?», puedo decir que puede que lo esté y puede que no. Existen tantas desventajas como ventajas sobre ello. Pero me atrevería a decir, que la mayoría de estas siempre serán ventajas para ti y tu conocimiento diario. Tú eliges si tomar estos, o simplemente no hacerlo.

¡Y eso es todo por el blog de hoy! ¿Qué les ha parecido? ¿Ustedes son de las personas que toman consejos? ¿O siempre tratan de evitarlos? Si les ha gustado esta entrada, los animo a que la compartan con amigos, o a través de sus redes sociales. Un beso, y nos leemos la próxima.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Mi experiencia en la escritura (+tips)




Hace meses que he estado familiarizándome con esto de los blogs aquí en la plataforma y en otras más, pero como alma desastrosa que soy, no puedo tener nada controlado y termino abandonándolo al final la mayoría de las veces. Es por eso que he decidido hacer mi debut (una vez más) como una blogger real y constante. Esta vez me prometí ser en serio, así que aquí vamos con el blog de hoy.




Últimamente me he estado repensando mucho sobre lo qué significa estar de lleno en esta profesión de la escritura de manera constante. Se dice que para mejorar, se debe ser constante... Entonces, ¿cómo es que puedo saber que estoy mejorando?

Me ha pasado llegar a un punto en el que quiero dejar todo a un lado y hacer otras cosas, porque escribir en su momento no me parece tan divertido, o porque prefiero jugar al tonto y hacer algo más que en realidad no es tan importante como lo es el dedicarme a mejorar mi escritura. Y por supuesto que reconozco que eso está mal, ¿pero reconocerlo me permite parar lo que sea que estoy haciendo y sentarme a escribir? Claro que no. Y es a lo que me refiero. Es muy difícil ser constante al principio. Para mí todavía lo es, siendo completamente sincera. Pero no hay nada mejor que enviar todos esos pensamientos lejos y empezar a darse buenos ánimos para lograr aquello que queremos de una vez.

Hace tiempo leí una frase en un blog buenísimo que me dejó un poco confusa, y aunque no logré entenderla entonces, puedo decir que ahora la entiendo a la perfección y la pongo en práctica cada día ahora. Cintándola de manera perfecta, la frase dice: "escribir es editar."

Recuerdo perfectamente que pensé que el autor de la entrada del blog estaba un poco loco por sugerir algo como eso. Quiero decir, a mí editar un solo manuscrito me lleva un montón de tiempo. Y a pesar de ello, cuando empiezo con la edición de una de mis historias, no puedo parar hasta tenerlo finalizarlo por completo y estar satisfecha por cada vez que mis ojos críticos lo lean. Soy una chica perezosa, lo admito infinitamente, pero siempre busco perfección en lo que hago y eso me ha ayudado mucho.

Porque aunque editar me lleva casi el mismo tiempo en el que puedo invertir mis horas en un manuscrito; editar, corregir y arreglar cualquier pequeño error que pueda contener esa historia, también es una buena forma de escribir para mí.

Aquí es donde se resuelve lo que fue mi propia duda hace un tiempo. ¿Cómo sé que mejoro en mi escritura? Yo me di cuenta de que en realidad mi escritura era mucho mejor que la de hace algunos años, fue cuando me puse a leer mis viejas historias publicadas. Darme cuenta de que en ese entonces tenía errores que creía que estaban bien me hizo sentir horrorizada, por no decir avergonzada de mí yo antigua, pero lo más importante es que me enseñó que existía la posibilidad de que yo ya me encontrara en el lugar en el que ansiaba estar hace algunos años. Que había mejorado gracias a mi esfuerzo de todos los días.

Editar es uno de mis métodos para mejorar ahora. Editar me hace ver qué errores fueron los que cometí mientras escribía con apuro a terminar y subir. Tratar de tomarme las cosas con calma es una buena forma de aclararme que, además de que escribo para que la gente pueda leerme, lo más importante es que siempre debo escribir para mí misma y mi propia satisfacción. Reprimir esas ansias por terminar una historia para que esta vea luz del día (sin mucho antes pasar por una larga edición) es lo adecuado para mí, y estoy segura de que muchos más autores pueden estar de acuerdo con que esta es la forma correcta para escribir.

En mi experiencia, no sirve de nada subir un manuscrito precipitado y con errores hasta en las comas, solo para recibir el comentario de una persona desconocida adulando algo que reconoces está mal escrito en todos los sentidos.

¿De qué sirve tener reconocimiento ni siquiera pones empeño en lo que se supone "es lo que te gusta"? El reconocimiento no es nada si incluyendo a todos (menos tú) se están satisfechos con lo que se supone haz estado dejando un esfuerzo, que son tus escritos. La cosa es que, si yo no estoy satisfecha con lo que escribo y no le pongo esfuerzo, ¿por qué querer subirlo a algún lado si no me va a llenar de felicidad ver como los demás lo comentan de buena forma? No hay sentimientos de por medio, y no sé ustedes, pero eso yo no lo llamo escribir por pasión.




MIS TIPS PARA USTEDES

1. Si tienes pensamientos positivos siempre, créeme que te ayudará muchísimo. De nada sirve que quieras empezar a mejorar, pero al contrario de ello, tus expectativas y pensamientos están por los suelos. El principal consejo es que tengas una mente abierta para todo. ¿Deseas mejorar? Empieza por devorar cada pagina del nuevo libro que tienes en tu biblioteca; escucha música, lee a grandes autores de la escritura, y sobre todo, reflexiona bastante sobre lo que quieres proponerte a hacer.

2. ¿Está bien tener dudas, cierto? Después de todo, nadie puede llegar a llamarse profesional antes de siquiera llegar a publicar su propio libro y recibir gran recibimiento por ello. Las dudas llevan a la gente a investigar, y en este ámbito siempre es bueno leer y aprender cada vez más. Aún cuando creas que conoces todo sobre ello, no será así, nunca se está lo suficientemente listo y siempre hay algo nuevo para aprender. Mientras más curiosidad tengas en el aspecto de la escritura, y te propongas a buscar y aprender para mejorar, créeme que te funcionará. Por ejemplo, leer ayuda muchísimo. Toma nota. No importa lo que leas; blogs, revistas, poemas, lo que sea. Si te ayuda a relajar la mente para despejar esas dudas, te ayudará.

3. Nuestros objetivos se logran solo si nosotros lo permitimos y es realmente lo que deseamos. Debe haber entusiasmo de nuestra parte, y si mejorar en la escritura es una de tus metas del año, pues deberías aprender a ser constante desde ahora.

4. Lee y acepta cada crítica constructiva que recibas. Pídele a amigos que lean lo que escribes y haz que te digan su opinión sobre ello, escuchar varios puntos de vista ayuda también. ¡No te quedes con solo un pensamiento de tu historia! Deberías saber que todos tenemos diferentes formas de ver y analizar las cosas, y mientras más opiniones y comentarios recibas sobre tu historia de parte de los demás, muchísimo mejor será para tu experiencia.


¡Esto es todo! ¿Qué tal les ha parecido el blog? ¿Les gustaría más de estas entradas? Recuerden que pueden hablar conmigo mediante mis redes sociales, y si tienen dudas o comentarios sobre cualquier cosa, pueden sentirse libres de comentar, o hablarme también por este contacto.

Qué tengan un bonito día, nos vemos en la próxima ;)



viernes, 13 de enero de 2017

Relato: Wir sehen uns bald (Hasta pronto)



Suspiré lentamente. Un patente vaho apareciendo justo en frente de mi rostro al instante. Hacía tanto frío ahí, joder. Y pese a eso, prefería unas miles de veces más estar allí, fuera y acompañada solamente por un glacial viento que de alguna manera pasaba a través de mi cazadora y me daba escalofríos; que atrapada dentro con toda esa gente desconocida para mí. Pero bien. Ni siquiera sabía muy bien que era lo que hacía ahí. Mi linda amiga había desaparecido hacía un buen rato, y que por cierto, eso llevaba carcomiéndome la mente un buen rato, quizás porque había pensado que esta vez sería diferente. Que ella no me abandonaría para ir detrás de su perfecto novio una vez más. Pero heme aquí. Abandonada cual perrito en la calle, y con unas descomunales ganas de asesinar a alguien (y eso que yo no era de ese tipo de persona).

Me metí las manos en la chaqueta, pues parecía que apenas podía sentir los dedos, pero nada me ayudaba a guardar algo de calor. Nada. Chicago podía ser una ciudad helada cuando se lo proponía, eh. Una lástima que no estaba disfrutando de nada en ese momento, y que todo lo que veía y escuchaba me parecía algo irascible. La música seguía escuchándose, un poco menos intensa, pero me hacía rechinar los dientes de todos modos.

Esto era un desastre.

Iba a irme en cualquier momento. Pero mucho antes iba a encontrar a mi amiga y hacerle sentir mal por haberme dejado abandonada, otra vez. Toqué la parte superior de mi teléfono celular con los dedos en el bolsillo de mi pantalón, y lo alcancé un segundo después.

Ningún mensaje.

Y de hecho, no estaba sorprendida. Era Sienna. Tenía que aprender que ella hacía estas cosas como por naturalidad. A pesar de todo, me seguía preocupando por ella, y esperaba que estuviera pasándosela bien. Cosa que yo no estaba haciendo en el porche trasero de esa casa.

Mis ojos captaron a un par de columpios. Solo a un par de metros, y cuando comenzaba a caminar hasta allí, el bosque me detuvo de golpe. Desconocía lo cerca que estábamos de él. Tal vez porque nunca había visitado antes esa casa, o solo porque no había echado un vistazo al llegar. Seguramente las dos opciones. Obligué a mis pies moverse y caminar hasta allí, ignorando la sensación que comenzaba a crecer en mi estómago de recelo.

Hacía muchísimo que no me montaba en uno de esos columpios. Cuando era niña, mi papa construyó unos en nuestro patio, y yo solía sentarme en ellos todo el día. Mi madre siempre estaba en constante riña conmigo por ello.

Demonios, los extrañaba tanto ahora.

Mis manos salieron lentamente de la chaqueta cuando me hube sentado sobre el metal frío del columpio, mi trasero inmediatamente se quejó y me recorrió un escalofrío por el cuerpo. Apreté fuertemente las cadenas a los lados para ponerme lo suficientemente firme, y comenzar a columpiarme despacio. Esto era tan de espontáneo. Ni siquiera comencé a darme cuenta cuando mis pies se movían en sincronía y los mechones de pelo me tapaban el rostro cuando me impulsaba hacia delante. Ni siquiera, me di cuenta de la sonrisita amarga que comenzaban a formar mis labios, como si todo aquello no hiciera más que palparme la herida, y los recuerdos comenzaran a invadirme otra vez la mente.

Dolorosamente, tenía que dejar de pensar en ello. Mis pies aterrizaron nuevamente en la tierra, y todo movimiento que había estado erigiendo con el columpio, se detuvo.

Alcancé mi teléfono celular y visualicé la hora en la pantalla en un segundo. 1:46 a.m. Ni siquiera era lo suficientemente tarde como para volver a casa. Tal vez pronto cambiara de idea y regresara a la fiesta como toda chica normal, solo para complacer a alguien que no era a mí misma.

No. Para nada. Sabía que eso no iba a pasar, como nunca, y no en algún mundo cercano a este, seguro.

Comencé a jugar con mi teléfono, solo para tener que hacer algo. El viento había comenzado a ser más fuerte de pronto, y mis dedos de los pies se encogieron dentro de las zapatillas, tiritaba del frío.

Fue entonces cuando él apareció. Y juro, que ni siquiera sabía cómo había llegado ahí, pero logré verlo cuando ya estaba lo suficiente cerca. Momentos antes, podría asegurar que me encontraba completamente sola.

Él tomó asiento, en el único columpio que quedaba disponible. Le miré por el rabillo del ojo, y esperaba no ser tan obvia, pero no estaba muy segura de qué pensar y mi corazón comenzaba a golpetear fuertemente contra mis costillas. Y no tenía ninguna razón. Porque el chico desconocido no había hecho más que acercarse y luego tomar asiento a mi lado, en silencio. Y sin siquiera mirarme.

Me guardé el teléfono en el pantalón, con cuidado, y con los dedos temblando. La primera mirada que me envió fue cuidadosa. Como si estuviera probándome. Como si yo pudiera salir corriendo en cualquier momento. Pero lo cierto era que yo no iba a hacer nada, podría estar siendo algo meticulosa, porque vamos, él era un desconocido. No había nada distinto a esperar. Le miré a la cara esta vez, de la misma forma que él había hecho conmigo, pero apuesto porque yo había lucido un poco más torpe.

Mis pies no se querían mover. Y esta vez, sí que comenzaba a sentir la necesidad de salir corriendo despavorida.

El chico apaleaba un cigarrillo con los labios, y la intensidad de sus ojos parecían notarme hasta el alma. Me observaban tan atentamente y a la vez, como si no lo hicieran. No sabía que clase de encanto era este. Todos, pero cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensaron con rapidez cuando una de sus manos subió lentamente y cogió el cigarro entre sus dedos, solo para calar una vez y luego soltar el humo al aire. Pero por la manera en que nos encontrábamos, tan peligrosamente cerca, podría decir que más de la mitad del humo terminó por colisionar en mi rostro. Se me cerró la garganta y comencé a toser como loca.

Creo que le pareció lo suficientemente divertido como para dejar salir una pequeña risa de burla.

Yo no podía dejar de verle a los ojos, y él tampoco había dejado de verme a mí en ningún momento.

—¿Te ibas? —dijo, su voz siendo tan grave y dolorosamente suave a la misma vez. Fue como un pinchazo en la costilla, pequeño pero con el recordatorio de aquel mínimo dolor—. Uh, es una lástima. Podría agradarme algo de compañía justo ahora.

Mis cejas se unieron en confusión. Y cuando logré responder, unos cuantos segundos habían pasado.

—Yo no iba a ningún lado —dije por fin, mi voz sonando tan sosa como siempre.

Vaya, gran respuesta.

Se rió otra vez, dándole una larga canalada al cigarro y luego soltándolo justo en mi rostro, una vez más. Esta vez yo me cubrí la nariz y la boca con la mano.

—Perfecto, entonces —expresó—. ¿Cómo te llamas?

—Eh…

Una de sus cejas se alzó.

—¿Te llamas ‘‘eh’’?

—Me llamo Lucie.

Una lenta sonrisa se le formó en los labios, y sus ojos tenían un brillo bastante peculiar. Parecía… divertido.

—Lucie. —repitió—. Bonito nombre.

—Gracias.

Yo no iba a preguntar su nombre. A pesar de lo mucho que pudiera intrigarme.

—Yo soy Jude.

—Bonito nombre. —Le devolví el halago, y mucho antes de que pudiera detenerme a mí misma.

Jude me miró a los ojos una última vez y una risita se le escapó de los labios. Yo no sabía que era lo que le parecía tan divertido, pero comenzaba a ponerme incómoda.

Quizás se burlaba de mí.

Dejó caer el cigarrillo al suelo y luego lo pisó con las botas negras que le cubrían los pies.

—Así que… Jude. —Su mirada se encumbró en mi rostro—. ¿Desde cuando fumas?

Yo y mi manía de hacer preguntas estúpidas cuando el silencio se apoderaba de la situación. Inclinó la cabeza, y su frente se apoyó en la mano que apretaba las cadenas del columpio, a su izquierda. Estaba temblando, y quería contribuírselo al frío.

Con suerte él no parecía molesto por la pregunta, seguía mirándome a la cara como si fuese lo más interesante que había visto en toda la noche.

—Desde hace algún tiempo —contestó, encogiendo los hombros.

—¿Sabías que fumar te hace daño? —le pregunté, y sus ojos se ampliaron, pero no porque lucía sorprendido—. Así es. Tanto físico, como funcional.

—Vaya, pero si me he encontrado con una psicóloga —exclamó, pero parecía aburrido—. No necesito que trates con mis problemas, cariño. Conozco muy bien las consecuencias que tiene el tabaco.

Apreté los labios.

Estaba aburriéndole. Pero no quería que aquello me afectara. Quizás él pensó que era una de esas chicas impetuosas de universidad que iban a fiestas las veinticuatro horas del día y vestían como prostitutas adolescentes. Pero, vamos, yo ni siquiera llevaba algo provocador. Con unos pantalones deshilados, una franela que apenas pronunciaba un escote y una gran chaqueta cubriendo la poca piel que resultaba, yo diría que mi apariencia era un noventa por ciento de abuuuurrido.

Era una chica promedio, corriente, y no había mucho que esperar de mí. Me sentía un poco desilusionada. Jude había tenido un ojo en mí todo el rato, y ahora parecía que no era lo suficientemente interesante como merecer su atención.

Pero a mí no me importaba lo que un desconocido pensara sobre mí. No, claro que no.

—Mira, no quise sonar grosero, pero simplemente no me gusta que la gente se meta en mis cosas.

Y ahí tenía su atención otra vez.

—Está bien.

Me abracé a mí misma con los brazos.

—No está bien. ¿Qué tal si empezamos de cero, Faith?

Amplié los ojos, un escalofrío recorriéndome de pies a cabeza. No podía ser. Cuando hablé, mis labios temblaban.

—¿C-cómo?

Sí, yo había utilizado un nombre falso. Pero era lo que hacía cuando alguien desconocido me hablaba, mentir sobre quién era. No era ningún mal hábito, solo era algo de lo que me había acostumbrado cuando me mudé sola a la ciudad. Pocas personas conocían mi real nombre.

Y segura como el infierno que Jude no era una de ellas.

—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté, con un leve temblor en la voz.

Tal vez era un malentendido. Tal vez, Sienna o alguien más le conocía y le habían soltado mi nombre por accidente. Sí, seguro. Yo no tenía porqué asustarme porque un desconocido sabía mi nombre real. Existían miles de explicaciones.

O tal vez no.

Se echó a reír, porque como no, vamos a burlarnos de la chica histérica una vez más.

—Hey, tranquila. Tu amiga… Eh…

—¿Sienna?

—Esa. Sienna, ella me ha dicho tu nombre.

Mis hombros bajaron en puro alivio.

—Oh —murmuré yo, y otra sonrisa se le formó en los labios—. Supongo que imaginé algo que no es.

—No soy ningún acosador de chicas, Faith.

Me toqué la frente con la mano, riendo nerviosamente.

—No, supongo que no lo eres. Perdona mi comportamiento.

Se inclinó hacia delante, mirándome mucho más de cerca, y sus ojos oscuros me atravesaron. Esa sensación extraña me recorrió el cuerpo una vez más.

—No te preocupes. Te entiendo perfectamente.

No dije nada, y me quedé increíblemente quieta mientras le miraba con la misma intensidad con la que él me dirigía. Sus ojos tenían un efecto demasiado hipnótico, y de alguna forma hacía que se me trabara la respiración.

Entonces fue cuando apareció Sienna, a través de la puerta trasera y caminando como si el suelo tuviese baldea y ella estuviese esquivándola. Su grito fue el que me sacó del ensueño. Al que ni siquiera sabía que me encontraba.

Me giré enseguida, con las mejillas coloradas.

—¿Sí? —le grité de vuelta, porque estaba casi segura de que ella había dicho mi nombre. Yo ni siquiera estaba segura. Genial, Faith.

—¡Faith, ya es tarde y Tom y yo ya nos vamos! ¡¿Vienes?!

—¡En un segundo!

Me giré una última vez hacia Jude y le di lo que, esperaba, fuese mi sonrisa más amable. Él seguía observándome, como si Sienna no hubiese llegado a interrumpir en ningún momento. Había algo diferente en sus ojos esta vez.

—¿Nos vemos?

Me dio una sonrisa.

—Nos veremos pronto, Faith.

Esperaba volver a verle. Yo caminé hacia mi amiga y le di mi mirada más molesta. No podía creer lo grosera que había sido con Jude. Generalmente, ella no era tan grosera con las personas que conocía; por eso era evidente que de las dos la que más se llevaba con las personas era ella y no yo.

Había olvidado la razón anterior por la que me encontraba enojada.

—¿Qué? —preguntó, haciendo un gesto. Pero se acercó para agarrarme del brazo suavemente.

—Ni siquiera lo saludaste.

—¿A quién?

—¡A Jude! ¿El que estaba sentado a mi lado?

Sus ojos se ampliaron y se congeló, la mano que me sujetaba el codo, vaciló un momento.

—Faith.

Rodé los ojos.

—¿Qué?

—Faith, ahí no había nadie.

—¿Qué? No puede…

Mis cejas se juntaron y me giré hacia atrás. Pero descubrí con horror que el patio se encontraba completamente vacío. La brisa hacía mover a unos columpios solitarios cercanos al bosque, y nadie estaba sentado ahí.

jueves, 12 de enero de 2017

¡Seamos seguidores!




¡Hola! Bueno, he estado viendo esta iniciativa desde hace un tiempo, pero a día de hoy es que he decidido unirme. Además de que consigues seguidores, y te encuentras con blogs muy buenos, me dije: ¿por qué no no hacerlo?

He descubierto esta iniciativa gracias a elpanteondellibro.

Y si es que todavía no sabes en qué consiste, es muy fácil. Esta iniciativa tiene como objetivo crear una pequeña (y a la vez no tan pequeña) comunidad de blogs para que se conozcan entre sí, interactúen e incluso hagan colaboraciones juntos. Pero sobre todo está pensada para aquellos blogs, que como el mío, están empezando. Soy consciente del trabajo que lleva manejar un blog, tener que estar al tanto de tantas redes sociales es cansino, y Seamos Seguidores es una oportunidad genial para ir a la manera menos complicada.

¿Qué tengo que hacer?

En primer lugar tienes que comenzar a seguir mi blog, y dejarme un comentario en esta misma entrada con el enlace de tu blog para que pueda seguirte también. Por último solo tienes que llevar la imagen y esta explicación de la iniciativa a tu propio blog, de esta manera otras personas pueden ver la iniciativa y seguirte también.

Espero que puedan unirse también, la verdad es que me ha encantado. ¿Les interesa, y ya forman parte? ;)


miércoles, 11 de enero de 2017

Relato: Légèrement rose




El cuarto de hotel estaba lleno de un intenso olor a rosas, y cuando la brisa corría desde la ventana al lecho, el cuerpo se le estremecía. Los dedos le recorrieron un lado del cuello, avisándole e hirviéndole la piel como antracita encendida, y ella se arqueó, lanzando el mayor de las inspiraciones mientras él le besaba por el cuello y más abajo por su valle.

El pesado aroma del más delicado perfume le llegó a la nariz, estremeciéndole.

—Mon amour —le dijo, sin aliento.

El hombre mantuvo su nariz metida en sus oquedades. No habló, y se deleitó con aquella cadencia naciente en los labios de su amante.

—¡Oh, amor mío! —dijo otra vez.

—Querida, escucharte es uno de las delectaciones más grandes que podría tener.

Se sonrió, y le acarició el pelo suavemente.

Lord Dubosc era un rico hombre precedente de la familia Dubosc, le llamaban Lord Dubosc III, y su familia para ese siglo (XIX), era una de las más influyentes. Así mismo, se encontraba en compromiso matrimonial, y en ese momento pocas ataduras lo detenían. Era rico y estaba en plena mocedad; se divertía de cada cosa que la vidorria le daba.

La femme, sin embargo, no era más que una desdichada. A veces, trabajaba en los barrios bajos, en los rincones más oscuros de la ciudad, aún si cuando su familia no era procedente de ningún dineral. Su madre poseía un pequeño puesto para frutas en uno de los barrios centrales; subsistían, sin embargo, y ellas eran muy felices.

Conoció a Lord Dusboc una noche donde se trabajaba. Su jefe le había pedido atender a su grupo de compañeros y a él y ella, con las mejillas del color de la más roja camelia, le atendió a él. A Franck Dusboc. Le pareció tan encantador y airoso, apuesto, en su demencial. Y fue tan grandioso, estar con él, fue como una de las mejores y mayores artes de la vida.

Y mientras le besaba en los labios, mientras le acariciaba los cabellos y le tocaba con dedos trémulos por debajo de la camisa de algodón, se permitió pensar en toda la pasión del momento. En cómo su corazón acelerado parecía querer salírsele del pecho, en cómo podía sentir también el corazón del fascinante hombre encima de ella, y se encontró dilapidada en su propia burbuja.

Le amaba.


[ . . . ]


Los dedos le acariciaban el brazo, delicados y mimosos, el aroma de las rosas se había ido, y ahora solo podía respirar el olor del exquisito perfume de Franck y toda ella olía así.

Cuando llegó la hora de irse, Lord Duscob comenzó a vestirse, y cuando se inclinó para pegar los labios dos segundos completos en la frente de su amante, se le escuchó suspirar.

—Que tenga un hermoso día, ma chère —le dijo, como siempre lo hacía, mientras se ponía el saco encima de los hombros. Sostenía la galera en la mano izquierda—. Nos veremos en otra oportunidad.

—¡Oh, espere por favor! ¡No se vaya todavía! —Ella se adelantó, con las sabanas del color de los narcisos apenas cubriéndole el cuerpo desnudo.

El Lord se dio vuelta, mirándole con las cejas altas. Miró hacia abajo y luego volvió a mirarle a la cara, curioso.

—¿Qué podría usted querer de mí ahora, mon chère?

Se sonrojó, y dejó salir una risita mientras se acariciaba las mejillas con el dorso de la mano. Se mostró firme, aunque las manos le sudaban.

—Quiero su promesa.

—Estoy un poco confundido.

—Quiero que me prometa que no va a olvidarme. Usted está comprometido, lo entiendo, pero me sería un gran alivio el saber que no va a dejar de verme. Que no va a olvidar nuestros encuentros.

Sus cejas se juntaron, y parecía estar escuchando una de las frases más incomprensibles del mundo. Luego de un largo momento, finalmente alzó otra vez las cejas y se echó a reír.

—¡Qué cosas más intensas dice usted! —dijo, negando—. Estaré viéndole, se lo prometo. Usted es una de las cosas más fascinantes que he conocido, encantadora y demencial.

Ella le sonrió, finalmente estando satisfecha con sus palabras; pero cuando Lord Duscob se fue, un agudo escalofrío le recorrió completa. Ahora, ella ya no olía a nada. Y sus papilas gustativas aún tenían el sabor de su amante.


Un para siempre...



Ninguno de los dos se movió. Y joder, joder. Abrí la boca, pero en realidad yo no sabía que decir. Ella esperó, con los hombros encogidos y un lado de su boca hacia abajo en una pequeña mueca. Y quizás fue esa sensación de temor, o la mirada que había en sus ojos... pero antes de darme cuenta, yo ya estaba con la palabra en la boca otra vez. Pero, oh, esta vez yo dije en voz alta:

—Esta será la tontería más grande que he dicho en un largo tiempo pero… Demonios. No quiero que te vayas, cariño. Tengo miedo y no sé porqué, pero estoy… aterrado… Y realmente, no quiero que te vayas. Por favor, quédate, solo esta noche. Me gustaría que esta noche quedara para siempre.

Ella no se movió, pero podía ver la duda nadando en sus ojos. Yo temía también por su respuesta, y mis manos ya temblaban en anticipación.

—Para siempre es mucho tiempo, ¿no crees? —Fue lo que dijo.

Intenté tragar cualquier sentimiento que me causara titubeo en ese momento. Yo necesitaba estar seguro.

—Lo es. Pero esas palabras no significan nada mientras tanto nosotros las pongamos a prueba...

Cuando ella se acercó, mi pecho vibró en emoción. Y cuando sus brazos me rodearon el cuerpo con lentitud, apoyando la cabeza en mi pecho, yo ya estaba completamente expuesto ante ella.

—Me quedo.

Realmente no hizo falta decir más.


Relato: Recóndito proyecto de los súper humanos.



Abril de 1991, día 22.
PROYECTO E.D.C.B.A.

Rusia, Omsk.

Despertó en una sala repleta de personas vagando de un lado otro apresuradamente. Otros, se encontraban sentados en sillas con enormes computadoras vetustas y máquinas de controles, y había alguien en especial sentado en una silla en medio de todo aquello, un hombre. O quizás un chico. Con aspecto desorientado, apenas parecía ser capaz de mantener los ojos abiertos, parecía… Parecía no estar seguro de lo que hacía allí.

Cabeceó de un lado a otro, quejándose mientras intentaba en vano de mover los brazos. Estaba encadenado hasta en los lugares que no muy estaba seguro debería ser encadenado.

Oh…

Sí que estaba perdido, como alucinando. Cuando abrió los ojos y pudo mantenerlo abiertos, se dio cuenta de que alguien estaba delante de él, con un cuaderno y lápiz en la mano. Un hombre enfuscado en una sucia bata blanca y lentes gigantes en el rostro, se dio cuenta de que sudaba, demasiado. Probó hablar, abriendo la boca inútilmente. Quizás había olvidado hablar.

—¿Q… En dónde estoy? —No recibió respuesta, siendo ignorado con intentes. El hombre apenas le dio una mirada, volviéndola rápidamente a su regazo. Probó otra vez—: ¿Podría decirme dónde me encuentro?

Nada. Y estaba comenzando a perder la paciencia. Apretó los dientes, enfurecido y, porque no, temeroso a la vez. Se movió y las cadenas resonaron, chocando entre sí. Siguió moviéndose aunque sabía por sentado que no haría nada para cambiar el estado en que se encontraba, pero siguió, agitándose en el asiento que supo era de acero y vociferando maldiciones. Quizá no logaría zafarse pero sí que lograba que todos le dieran ojo. Necesitaba saber que hacía ahí.

Una de las cadenas, de las que se encontraban en su muñeca izquierda, hizo un chirrido y antes de que siquiera lo pensara, mientras se estremecía y gritaba por respuestas, esta se desprendió. Y se había soltado. Quedó tieso, helado e incapaz de hacer más nada que quedar con la boca abierta, seca y a punto de soltar otra exclamación. ¿Era capaz de romper las cadenas? ¿De… dónde había venido tanta fuerza?

Pero no dejó que aquello le atrapara mucho más, y con esa nueva habilidad encontrada, se desprendió de todas las cadenas. Y toda la sala a su alrededor estalló en alaridos de sustos. Oh, no sabía de donde había venido todo aquello, pero le gustaba.

Lanzó un gruñido, dejando que las cadenas cayeran a sus pies como cuerdas livianas. Una sirena había empezado a sonar en aquella sala, ruidosa, sin embargo, ni se molestó por el sonido. Su objetivo era aquel hombre de bata que había decidido no darle las explicaciones que quería.

Levantó la mirada, ladeando la cabeza a un lado. Se sentía mucho más determinado de lo que se había sentido nunca. El hombre frente a él estaba asustado, oh, eso lo podía hasta oler, y sudaba ahora mucho más. Temblaba, incluso.

Le vio tragar saliva.

—N-no me hagas daño, p-por favor —imploró, notándose el temblor hasta en su voz. El tipo parecía dispuesto a echar a correr en cualquier momento, lo que le causó saleroso. En serio, era de lo más divertido ver aquello.

Sacudió la cabeza, quitando la mirada de aquel hombre. Ah, no era capaz de jugar con el pobre hombre. Estaba seguro de que no era de ese tipo.

Intentó decir algo, pero muchos pasos apresurados se empezaron a escuchar, murmullos y terminó frunciendo el ceño hacia un grupo de personas que entraban a la sala. No personas cualquiera, pudo reconocer el uniforme militar.

De pronto estaba siendo rodeado por todos esos militares, e intentó echarse para atrás, alzando apenas un pie y girando, quizá pensaba en escapar, pero también había militares ahí, apuntándolo con armas de fuego. No bajó la guardia, aunque estaba bastante temeroso por todo aquello. Se dio cuenta de que estaban abriéndole paso a una persona; seguro importante, pensó enseguida. Tenía que serlo para que ese grupo tan grande de militares estuvieran dispuestos a volarle la cabeza a él en cualquier momento, aunque no había hecho nada para merecerlo, en realidad.

Echó un paso hacia atrás al ver aquel hombre, le pareció casi conocido su rostro. Vestía un ridículo traje formal y traía una gran sonrisa en los labios. Tenía que admitir que no le gustaba aquello. El hombre abrió los brazos, todavía sonriendo.

—¡Apreciad a este chico, todos! ¡Mirad cómo ha demostrado de lo que está hecho! ¡Decidme si no ha estado fantástico el espectáculo que nos ha dado! —dijo él, entusiasta. Casi parecía a punto de echarse a aplaudir.

El chico frunció el ceño, tan profundo como pudo.

—Estoy bastante sorprendido, lo admito. Aunque creí que te soltarías mucho más rápido, pero bueno, quizás para la próxima, ¿te parece? —preguntó, aunque parecía que en realidad no estaba dirigiéndose a nadie, ni estaba mirándolo ya.

El hombre hizo un gesto con el dedo, e inmediatamente el hombre anterior, el de la bata sucia y lentes, apareció, todavía un poco tembloroso. Levantó el cuaderno y el lápiz y parecía totalmente listo para todo lo que el hombre de traje le pidiera.

—Toma nota, Maxwell.

—Soy Christopher, señor —corrigió, un poco apenado porque el hombre para al que trabajaba no recordara su nombre en absoluto. Sin embargo, el otro hombre frente a él no parecía importarle, e hizo un gesto de irritación.

—Como sea. Toma nota. ¿Estás listo? —preguntó.

—Sí, señor. —El acreditado levantó el cuadernillo, arreglándose los lentes con el dedo y listo para escribir.

—El soldado ha mostrado mejorías después de veintidós días, parece haber descubierto otra forma de escapar. Y escribe, más abajo en observaciones: ubicar más cadenas NO ha funcionado. Es que… —se frotó el puente de la nariz, cerrando los ojos— ¿En serio? ¿A quién se le ha ocurrido semejante idea? Es una tontería.

—No tengo ni idea, señor —contestó el pobre, quien justo al terminar, cerró el cuadernillo y lanzó un suspiro. Exhausto, quizás.

Y nada de aquello tenía sentido. Y entonces, nadie parecía capaz de explicárselo a él. Quién no hacía más que mirar la cara de los presentes, buscando respuestas, que quizá no iba a encontrar.

—Muy bien… Creo que ha terminado todo por hoy, llevaos al soldado a su cuarto. Con cuidado, recordad que debe de estar un poco desconcertado.

Oh, desconcertado era poco para lo que se encontraba. Pero antes de que pudiera preguntar algo, alguien lo interrumpió. Un chico vestido de guardia.

—Señor Leager, ¿cómo llevaremos al… soldado —parecía que le costaba decir esas palabras. El señor Leager se detuvo, mirando al chico por sobre el hombro— al cuarto? Hoy no tiene las esposas como las ha estado llevando, quizá ponga resistencia.

Cuando el chico terminó, Leager se echó a reír odiosamente, dejando en silencio a toda la sala, solo escuchándose él. Cuando terminó, hizo un gesto con la mano, como demostrando que había terminado, se sacudió el traje con las manos, alzando una ceja.

—Llevadlo como lo habéis estado haciendo todos los venerables días, el soldado no ha puesto resistencia nunca, y no lo hará ahora, estoy seguro. Solo… haced que tus hombres le agarren de los brazos o yo que sé, no puede ser tan dificultoso. Es algo que habéis estado haciendo todo el mes —chasqueó la lengua.

—De acuerdo, señor.

Leager se giró, sacudiendo la cabeza y desapareciendo tan pronto había llegado. De pronto ya no se sentía tan determinado como antes, estaba confundido y deseaba descubrir en dónde rayos estaba metido. ¿Qué era aquello de soldado? ¿Era él un soldado? ¿Cómo…?

¿Qué significaba todo aquello? ¿Y a dónde lo llevarían ahora?

Leager se había referido a días atrás, y eso quería decir que había estado un tiempo metido en todo eso pero, ¿por qué no podía recordar nada? ¿Había alguien en esa sala que podía resolver todas sus dudas? Por ahora, solo se dejó llevar. Aunque sabía que era lo suficientemente capaz de soltarse de aquello militares, aunque… no sabía si era capaz de salvarse de un balazo en la cabeza. En realidad no sabía nada de aquello, en qué cosa estaba metido, y quería descubrir de lo que era capaz.

Los militares le llevaron fuera de la sala de donde estaba, sacándolo a un pasillo largo, con apenas unas luces iluminando, cuando cruzaron la primera esquina, él seguía mirando por encima del hombro hacia atrás. Pero rápidamente se cruzó con los ojos de un militar, con la mirada dura y acomodándose el arma en el hombro. Quería intimidarlo, y casi se rió de eso. De hecho, lo hizo, haciendo un sonido con la boca como especie de burla y soltando una sonrisa.

Tenía cuatro hombres encima de él, dos en los hombros y otros dos al frente y atrás. Era incapaz de mover un brazo apenas, y empezaba a faltarle el aire. Se desequilibró un momento, cuando rodeaban otra esquina, y dándose el tiempo para echar vistazos a todos lados; tratando de recordar luego todos los pasillos. Pasaron por una puerta grande, metálica también, por dónde casualmente alguien salía. Captó luz solar de inmediato, pero la puerta se cerró cuando deseó haber visto mucho más. Aquello tenía que ser alguna salida. Memorizó cada cruzada de esquina, y enumeró los minutos que le llevó llegar hasta el último pasillo en el que se detuvieron a la salida. Aquel pasillo tenía más de diez puertas, totalmente forjadas con un material que no reconocía, pero parecía bastante fuerte. Todas tenían un pedazo de vidrio en el medio, como para que cuando a alguien le apeteciera simplemente se asomara para ver hacia dentro. Se preguntó si esconderían a más personas ahí, soldados, como él.

En cambio, olvidó todo aquello cuando alguien lo empujó hacia dentro de un cuarto, uno de aquellos cuartos, y pudo admirar hacia dentro como si fuese la primera vez. Aunque sabía que probablemente no lo era. Todo era extremadamente iluminado, en comparación con toda aquella base tan sombría, denigrante. Y se limitó a parpadear, mientras se dejaba arriar bandera, dejando que un guardia (el que se había dirigido a Leager antes) le guiaba hasta dentro. No quería estar ahí, estaba seguro.

El guardia le llevó hasta el centro de la habitación, y no habló: simplemente dejó que él se ajustara a aquello, o eso especuló, cuando le miró se dio cuenta de que solo se había ido hasta una mesa en una esquina para sacar algo de un maletín. Al instante se dio cuenta que era una inyección.

Una inyección.

¿Tratarían de dormirlo? O… ¿Era aquello lo que hacía que olvidara todo lo pasado cada día? Se echó hacia atrás, abatido. ¿Cómo eran capaces de hacer aquello? No iba a permitir que lo hicieran, no nuevamente. Le pondría un alto.

Cuando el hombre se acercó, quizá pensaba que él otro no diría nada, pero habló, muy firme:

—No —sacudió la cabeza—. No voy a permitir que-

—Oh, por favor. Coopera y solo deja que te inyecte esto. Aunque siempre te opongas, no consigues lo que quieres —dijo, casi cansado.

Pero él no se inmutó, no iba a dejarse. Más bien, se sintió ofendido por aquellas palabras. ¿Cómo era capaz de decir aquello? Era… grosero.

—He dicho que no. —Dio un paso adelante, acercándose al hombre. Vio una sombra de miedo cruzándole por los ojos, pero desapareció casi al instante.

Cogió al hombre por el cuello, alzándole por varios metros del suelo, su fuerza era algo sorprendente, casi lograba sorprenderle a él mismo. Escuchó como la inyección que llevaba en la mano se caía por el temor mostrado de nuevo en los ojos del hombre. Seguro no se esperaba aquello.

Gruñó, apretando más fuerte.

—Me han sometido, quien sabe cuanto tiempo, en esta base, tratándome como un jodido juguete, nombrándome por nombres entupidos…. —dijo, apretando los dientes, inyectado en furia— ¿…Y esperan que siga sus ordenes?

El hombre cogido por el cuello por sus manos intentó hablar:

—Nosotros… No-

—Shh. Silencio —le interrumpió, agudizando los oídos a lo que pasaba fuera en el pasillo. Escuchó pasos acelerados.

Soltó al hombre, lanzándolo hacia la esquina de la habitación. El cuerpo cayó encima de la mesa, rompiendo ésta y, quizá no había dejado al hombre desmayado, pero sí que lo había dejado inhábil para moverse. Solamente podía escuchar sus quejidos al salir de la habitación, encontrándose con un montón de militares antes de dar más pasos por el pasillo.

Se quedó quieto, por un momento. Midiendo su determinación. Ladeó la cabeza justo en el momento en el que daba un paso y un disparo salía disparado hacia él. Sin embargo, dio en su hombro, y se giró para mirar el estado de su herida. Observó con excitación como ésta se cerraba de nuevo, dejando atrás más que una pequeña cicatriz sonrosada.

Oh.

Sonrío, volteándose hacia la minúscula masa de militares frente a él. Y todo se desató entonces; habiendo disparos, gritos y alguien en especial gritó:

—¡Está curándose por sí solo! ¡Llamad refuerzos, mierda!

En cambio, mientras se deshacía de todos aquellos militares, apenas recibió otros tres disparos, apreciando como las heridas se iban casi de inmediato. Cuando acabó, había sangre por todo el pasillo, en las paredes, y él también estaba lleno de ella; pero no de la suya, sin embargo. Soltó la pistola en sus manos y echando un vistazo a todo, estando seguro de que había acabado, empezó a emprender marcha a lo largo del pasillo, un poco trotando y caminando aligero.

La alarma se activo de nuevo en la base, pero esta vez tenía un propósito diferente. Ya podía sentirse libre. Rodeó las esquinas necesarias hasta encontrar la gran puerta de metal anterior, pero antes de salir, se encontró de frente con una de las cámaras de seguridad. Alzó la cabeza, y sin pensarlo, sonrió. Casi en modo de victoria, aunque sabía que tras esa puerta encontraría muchos más militares esperándolo. No importaba, había sido capaz de acabar con los demás, y era capaz de hacerlo con más. Salió, enfrentándose a otro montón más de esos hombres uniformados.

Junto a la alarma, había una voz que no paraba de repetir lo mismo:

—¡El experimento B ha escapado de su jaula, repito, se ha escapado! ¡Llevad a todos los escoltas hasta la salida ahora mismo! ¡Repito, el experimento B ha es-!

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